¿Cuál es el Virus?
por Carlos Vicente Torrealba
Nuestra sociedad actual posee un virus que puede ser letal si no se comprende la magnitud de este. Este virus es “el sexo sin compromiso” ese que llaman la mayoría de los practicantes “hacer el amor”. Eso sí, sin amor ni compromiso es un neologismo sin duda de esta sociedad en crisis.
El sexo sin compromiso no es solamente la sexualidad clandestina o de esos amantes despechados que sucumben ante los brazos anónimos para que les mate las pasiones o los triángulos amorosos que hacen de la sexualidad hoy en día, toda una nueva geometría de la infidelidad. Desde esos triángulos pasamos a cuadrados, hexágonos y hasta poliedros en un todos contra todos, o los adictos al sexo que no se pueden controlar pasando por las rupturas matrimoniales y llegando a ser de su sexualidad todo un turismo de aventura que suele llegar a la mayor irresponsabilidad, sobretodo con ellos mismos.
La sexualidad sin compromiso suele ser más que una calentura de fin de semana o un accidente topográfico en la soledad individual; esta es y será siempre el detónate de algo más profundo y tortuoso. Que se puede expresar gracias a las múltiples alternativas de comunicación sin compromiso como la wet, el chat, el Facebook o el twitter. Ya sea con cámara o sin esta.
“Todos los hombres quieren penetrar y todas las mujeres quieren ser penetradas”, Esto es mentira, no es más que un mito urbano o el pretexto de los solitarios de baja autoestima, “los hombres y mujeres disfrutan del sexo sin compromiso igual que una cena o un fin de semana en la playa”. Esto puede ser cierto, sobretodo en aquellos que no pueden obtener lazos afectivos, ya que la clase de vacío que se provoca en las relaciones sin compromisos suelen ser tan profundas como infranqueables; esto se debe que en la sociedad de consumo, la sexualidad es parte de ella siendo sustituible, vendible y alquilable como una prenda de vestir que a todos nos queda bien, que nos democratizó y nos genera placer y comodidad. Esto sería muy triste porque la sexualidad humana es mucho más que un quita y pon, ya que deja surcos en la talla de nuestra espiritualidad y eso no se alquila, ni se vende, ni se presta.
por Carlos Vicente Torrealba
Nuestra sociedad actual posee un virus que puede ser letal si no se comprende la magnitud de este. Este virus es “el sexo sin compromiso” ese que llaman la mayoría de los practicantes “hacer el amor”. Eso sí, sin amor ni compromiso es un neologismo sin duda de esta sociedad en crisis.
El sexo sin compromiso no es solamente la sexualidad clandestina o de esos amantes despechados que sucumben ante los brazos anónimos para que les mate las pasiones o los triángulos amorosos que hacen de la sexualidad hoy en día, toda una nueva geometría de la infidelidad. Desde esos triángulos pasamos a cuadrados, hexágonos y hasta poliedros en un todos contra todos, o los adictos al sexo que no se pueden controlar pasando por las rupturas matrimoniales y llegando a ser de su sexualidad todo un turismo de aventura que suele llegar a la mayor irresponsabilidad, sobretodo con ellos mismos.
La sexualidad sin compromiso suele ser más que una calentura de fin de semana o un accidente topográfico en la soledad individual; esta es y será siempre el detónate de algo más profundo y tortuoso. Que se puede expresar gracias a las múltiples alternativas de comunicación sin compromiso como la wet, el chat, el Facebook o el twitter. Ya sea con cámara o sin esta.
“Todos los hombres quieren penetrar y todas las mujeres quieren ser penetradas”, Esto es mentira, no es más que un mito urbano o el pretexto de los solitarios de baja autoestima, “los hombres y mujeres disfrutan del sexo sin compromiso igual que una cena o un fin de semana en la playa”. Esto puede ser cierto, sobretodo en aquellos que no pueden obtener lazos afectivos, ya que la clase de vacío que se provoca en las relaciones sin compromisos suelen ser tan profundas como infranqueables; esto se debe que en la sociedad de consumo, la sexualidad es parte de ella siendo sustituible, vendible y alquilable como una prenda de vestir que a todos nos queda bien, que nos democratizó y nos genera placer y comodidad. Esto sería muy triste porque la sexualidad humana es mucho más que un quita y pon, ya que deja surcos en la talla de nuestra espiritualidad y eso no se alquila, ni se vende, ni se presta.
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