La Abstinencia
Por Carlos Vicente Torrealba
En una reunión, unos amigos me preguntaron: ¿Qué
pasaría si una persona debe suspender el ejercicio de la sexualidad
por algún un tiempo?, lo peor será saber si existirá en estas
personas consecuencias físicas o psicológicas.
Lo interesante de todo esto es, que en algunas
oportunidades de la vida sexual de todos entra en pausa. El motivo
para ello puede ser el fin de una relación: ya sea por divorcio, separación o
viudez. También podría ocurrir que alguno de los integrantes de la pareja
enfrente una enfermedad que le impida o dificulte tener sexo durante un periodo
prolongado. Asimismo, a veces el trabajo o los estudios de uno u otro obligan a
estar separados durante semanas o meses. Más allá de las razones, está la
consecuencia: hay que suspender la intimidad, y dar inicio voluntaria o
involuntariamente a una etapa de abstinencia.
Son pocas las personas que al pasar por una situación
así, no la reflexionan en el momento. Pero lo normal es que después empiecen a
cuestionarse si serán capaces de retomar su actividad erótica sin
consecuencias.
La mayoría de los estudios señalan que los cambios en la
dinámica del erotismo pueden pasar factura, sobre todo en lo referente a la
seguridad y el aplomo que cada uno tiene en la cama. Quienes suspenden su
vida erótica, por el motivo que sea, pueden experimentar una dificultad para
restablecer su actividad coital. La consecuencia psicofísica más común es la
percepción de incapacidad para disfrutar el acto sexual y considerar la
reanudación sexual como un periodo de prueba donde hay que mostrar al compañero
la capacidad de dar y recibir placer. Sus temores a no hacer un buen papel en
la cama terminan por inmovilizarlos. Esta conducta tiene un origen emocional,
por la creencia en que no darán la medida que se espera de ellos. Con este peso
sobre la espalda, ningún amante gozará libremente la expresión de la
sexualidad.
La habilidad sexual tiende a ponerse a prueba más
frecuentemente en el varón, quien mira con extrañeza su dificultad para lograr
y mantener una erección, asociándose a este problema la eyaculación
precoz. Aunque ni el pene ni la vagina que tuvieron actividad coital
y la pausan, sufren de algún trastorno físico por esa razón, la vagina es una
cavidad virtual que cuando no está en un acto de acoplamiento se mantiene
húmeda y cerrada. El pene alterna periodos de erección y flacidez diariamente,
por lo tanto no se atrofia por falta de uso.
La
intimidad física en ambos sexos combina carnalidad y psicología. La disminución
de las hormonas sexuales por falta de práctica erótica provoca un bajo apetito
carnal en hombres y mujeres, lo cual les hace sentirse indiferentes o incapaces
ante un posible encuentro.
Será común que al principio quien dejó de
tener sexo, al reanudar su intimidad tenga dificultad para realizarla
satisfactoriamente, pero con la práctica constante las hormonas se elevarán y
el desempeño en la cama mejorará. La suspensión de la rutina coital puede
deberse a una elección personal, como ocurrió con Mahatma Gandhi, quien siendo
casado tomó junto a su esposa un voto de castidad; o igualmente puede ser una
decisión obligada por las circunstancias que priven en una cultura, como es el
caso de las viudas en el hinduismo, que son recluidas en una casa.
Muchos señalan que la abstinencia genera personas
malhumoradas. Esto sí puede pasar, pues el hecho de desear algo en este caso el
sexo y no tenerlo llega a provocar irritación y molestia. Sin embargo, por
el contrario, esto no ocurre en individuos que aceptan la interrupción de su
vida sexual por la causa que sea, y no viven añorando el pasado.
Tanto la mujer como el hombre pueden contenerse sexualmente;
es decir, sentir deseos y no expresarlos por voluntad, prejuicios sociales,
religiosos, mentales, etcétera. No causa daño físico o mental privarse de
tener relaciones; es anhelarlas y reprimirse lo que provoca el desencanto.
Ningún ser humano muere por no sostener relaciones
íntimas en pareja. La tensión sexual es como una flama que se aviva con el
deseo al punto de requerir la liberación orgásmica. Puede darse bajo
el sueño cuando el inconsciente toma el control absoluto del interior del ser
humano; puede externalizarse de manera libre en una autocomplacencia como la
masturbación o las fantasías; su manifestación en pareja ofrece la alternativa
del orgasmo compartido. Mas nadie vive ajeno a la sexualidad y a sus deseos.
Todos somos sujetos sexuados con expresión erótica.
Quien se priva voluntariamente del sexo en pareja puede
vivir sin sobresaltos su sexualidad, como ocurre con aquellas personas que
asumen el celibato sacerdotal, o filósofos como Siddhartha Gautama (Buda) quien
decidió separarse de su esposa y su hijo para buscar la iluminación espiritual.
La abstinencia voluntaria no impide la reacción biológica
de la sexualidad; quienes eligen tal camino encauzan ésta como la energía que
los impulsa a la espiritualidad. Otros pueden elegir el coito como un camino
espiritual como ocurre en el tantrismo.
Quienes por la razón que sea hacen una pausa en su actividad erótica y después la retoman, notarán que es perfectamente factible.
Quienes por la razón que sea hacen una pausa en su actividad erótica y después la retoman, notarán que es perfectamente factible.
Nota: Para
mayor información Unidad del Estrés la Ansiedad y las Emociones, con
el Dr. Carlos Vicente Torrealba en el Centro Cardiológico Integral, Ciudad
Bolívar Cel 04249294891
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